jueves, 31 de marzo de 2011

MIEDO.



Cuando su hija de ocho años la recriminó de forma muy fuerte y grosera porque olvidó ponerle algo en su mochila del colegio, el padre, levantó la voz  así como su pesado organismo y se plantó en medio de la dos.
_Pero ¿cómo eres capas de aguantar que tu hija te hable así?... ¿cómo te atreves a enseñarle a no respetar a sus mayores? _La tomó de los brazos impidiéndole el movimiento_ Aquí es donde debes levantarte y pegarle por  levantada… ¿crees que a mi me va  a hablar así? Jamás, porque ella sabe que si me sube el tono la pongo en su lugar…
Ella quiso rebatir  pero él la hizo callar mientras ejercía mayor presión sobre sus brazos.
_No te atrevas a defender lo indefendible, cada vez que abres la boca es para  decir tonteras…eres muy incapaz en lo de enseñar con mano dura a tus hijos,  yo sé que los amas pero vas a criar puros monstruos con esa actitud…y no busques pretextos. Tú siempre has sido una mano blanda en todo lo que haces, todo a medias y nada de mano dura como yo. Eres culpable de lo que tu hija te hace…No se cuando vas a aprender. Ya eres grande como para andarte enseñando mas encima las cosas de la vida.
Y ella se calló. Agachó la cabeza. Tenía miedo a su reacción si ella le expusiera lo que veía en realidad. Que la forma en que su hija de ocho años la trataba era la misma forma en que él lo hacía. Que su hija ocupaba los mismos términos para degradarla que ocupaba cada día él pero temió por su integridad física. Temió que todo acabara como tantas otras veces en que ella sacaba valor y le respondía con argumentos desde su punto de vista. Temió que una vez más tuviera que salir a la calle y mentir que se había herido con algún mueble para justificar los golpes. Miedo. Siempre  miedo terrorífico a sus puños, a sus pies. A la  fuerza bruta que siempre terminaba imponiéndose. No importaba lo que ella argumentara. Nunca tenía la razón, siempre terminaba magullada… Así que sólo le dijo a la hija que fuera a lavarse los dientes  antes de ir a dormir. La hija salió después de darle un beso a su padre. Recién la soltó. Por lo menos, se consoló sola, una blusa con magas largas le evitaría dar explicaciones por los moretones que sentía aflorar  en sus frágiles brazos…
Lo que  los padres hacen frente a los hijos es señal de que está bien. Si gritas aprende a gritar. Si degradas aprende a degradar. Si le enseñas que el amor fraterno es lo más importante para la convivencia sin duda que su actitud frente al resto será de respeto. Pero el trabajo de los padres es a la par. Si uno agrede, los niños tienden a hacer lo mismo porque tienen miedo de  terminar de la misma forma que el agredido.

DE: "Soles oscuros tiempos derretidos".