Cuando eres fantasma sabes que no debes fiarte. No te conviene confiar porque detrás siempre hay algo más. La paranoia te invade. El regalo es mucho para la ocasión. Es sólo su cumpleaños, el que, hacía décadas que él no recordaba. Parecía tan alegre y agradable. Ríe con los niños en la cena que, tiene de postre hasta una torta con velas. Ella no logra tragar bocado. Llora por dentro. Muchos fantasmas han aprendido a llorar interiormente. Se nota igual porque les cambia la cara. Se desfigura, sin embargo, hay que hacerlo así, ya que, se les está prohibido llorar. No tiene por qué. Lo tienen todo ¿no? .Tampoco tienen que trabajar de sol a sol para tener esa hermosa joya. No tiene que esforzarse por las cosas que disfruta en casa. Ella estaba protegida. Abrigada. No como las niñas en otros países que son vendidas, o prostituidas desde pequeñas; o de las que son mutilados sus sexos, o asesinadas sin que se sepa que existieron siquiera; o de las que las matan por celos enfermizos o que decir de las chicas que en otras culturas las casan desde tan pequeñas y las hacen mujeres en cuanto menstrúan…no. Ella no tenia de qué quejarse. Ella lo tenía todo y no tenía derecho a llorar ni a reclamar…Solo agradecer. Y de algún modo, finalmente, después de que todo el dolor decantaba, se sentía culpable. Sin duda que, de alguna manera, él tenía razón en sus argumentos. Pero se dice que cada joya o cada atención brindada a un fantasma se deben pagar. Y eso asusta porque en un principio son cosas pequeñas. Se pagan con hacer un gusto en la comida, luego cambiar algo en la forma de vestir, en tu forma de hablar, de actuar, callar, de pensar…
Los golpes, los gritos, las ausencias, los hijos, la soledad enseñan que se debe aceptar y seguir. Y esta vez ella temblaba. El anillo era hermoso y sabía que,por lo menos, le había costado un par de millones de pesos y él repetía que se lo merecía. Que ella lo valía. Se lo decía a sus hijos. Sin mirarla. A los fantasmas no se le dicen esas cosas. Aún estando con alcohol encima. Las cosas buenas hay que ventilarlas en público para que se los felicite en la acción. Y ella apenas sonreía. Estaba aterrada. Más aún cuando les dio permiso a sus dos hijos para ir a una fiesta, con amanecida, en casa de unos compañeros de colegio. Ella no tenía opción y ahora sabía. Seguro que alguna cosa referente al plano sexual le pediría. Por eso tanta atención. Y ella debía aceptar. Ser violada en tu propia cama no es algo que se pueda superar de forma fácil. Ella lo sabía. La había violado dos veces y eso era suficiente para aprender….así que, ahora, era una conocedora de todas las posturas en la cama, de juguetes y de orgasmos…a veces los disfrutaba. Se dejaba llevar por unos tragos de más y listo…El dolor, el tiempo se encarga de domarlo.
Y él ayudó a los niños. Les pagó taxi. Eso la hacía pensar que lo que le pediría rayaba en lo absurdo…
Cuando tocaron el timbre se angustió. Nada pasaba por su mente pero el timbre fue lo que percuto algo dentro. Su sexto sentido le advirtió, le gritó que, algo que ella no quería que pasara, pasaría.
Y salió por la puerta trasera. A mirar el cielo. El cielo era su refugio siempre. De día o de noche. Las estrellas eran pocas. Las luces de la ciudad tan mal que le hacen al cielo, pensó. Le lavan el brillo de su cara. Y el cielo tiene una cara tan llena de esperanzas. La brisa fresca de media noche la acarició pero no logró tranquilizarla. Miró su nuevo anillo sin pensar en nada hasta que escuchó la voz de su marido llamándola por su nombre. De forma casi cariñosa.
_Entra. Llegaron unos amigos que había invitado. (A los fantasmas no se les comunica algunas cosas). -Olvidé decírtelo. Sácate el delantal y ven a saludar.
Era una orden. No un pedido.
Y entró lento.
Detrás de su delantal de cocina él sabía que había un cuerpo bonito. Sus años, cuarenta y cinco ya, no se reflejaban en él. Cuando ingresó a la sala en donde reían dos hombres y una mujer lo supo. Por la forma en que la miraron
_Ella es.
_Pero no habías dicho que tenías tan bella mujer. (Fue el comentario de todos)
Y saludó autómata. Para no tener conciencia de lo que sabía que allí sucedería. Mientras lo hacía se sentía como mercancía para ser vendida. Como las reses que salían a vender con su papá en el campo cuando adolescente. La miraban, le examinaban sus detalles…se sentía un animal mostrado para la venta.
Él se lo había comentado hacía meses. Ella se había negado pero un fantasma no es escuchado en sus deseos. Hasta pensó que se le había olvidado porque nunca más habló del tema. Aunque le pareció sospechoso el insistente interés porque su dormitorio fuera restaurado de puerta a puerta, así como el baño.
Y allí estaba la respuesta. Se la dieron ellos. Los amigos que llegaron. Por la forma que la auscultaban. Ella sabía que era atractiva pero siempre quiso pasar desapercibida. Esas cosas no le eran de importancia. De hecho quiso afearse para que él ya no la mirara siquiera. Pero fue desastroso al final. Engordó y la pesadilla vino. Él la veía comer, lo que fuera y la molestaba, la torturaba, le quitaba todo para alimentarse, la humillaba delante de quien fuera.
El alcohol empezó a hacer efecto. Ya no había marcha atrás. No tenía la valentía para defender su posición. Cuando una mujer se transforma en fantasma no hay quien escuche sus argumentos, ni por muy buenos que ellos sean. Tampoco saben de donde sacar la valentía para defender su punto de vista.
El anillo tenía un precio. Un trío. No sólo con uno más, sino que, era con tres. Incluida una mujer. Una bella y joven mujer. Entendió que era pareja de uno de ellos. Todo como él quería. Como le había comentado alguna vez. Era ese su sueño. Verla con otros en su cama. En su propia cama.
Cuando él le acercó ese cigarrillo se sintió diferente. Algo tenía el cigarrillo. Sabía de cigarrillos porque uno de sus instantes preferidos era salir al patio a fumarse uno después de haber hecho todo en casa. Sabía que era una muerte lenta. Pero era su placer.
De allí en adelante parecía que algo incontrolable la incitó a aceptar que él tocara a la chica que venía con ellos. Las risas parecían tener algo mágico para ella y se dejó llevar. Uno se acercó y le tocó la cara. Se allegó y le dijo:
_Eres muy bella. (Y en su oído le dijo) _No mereces tener como esposo a este patán.
Y lloró por dentro. Hay verdades que ni la más fuerte droga te la quita de las venas del corazón.
Nunca una mujer la había tocado en su intimidad y recordaba algo de esos instantes y de cómo ellos las miraban, las guiaban, se divertían. Disfrutaban.
El sonido del teléfono la despertó. Parecía ser que en casa no había gente.
Se levantó a contestar. En el reloj del comedor, con el rabo del ojo, alcanzó a ver que eran las once de la mañana. Era él. Le indicaba lo que había que
hacer. Como todos los días. A los fantasmas se les toma por tontos que no
saben cómo y qué hacer durante el día. Que no llegaría temprano para salir a dar una vuelta como se lo había prometido, sino que, lo haría hasta la noche porque lo había retrasado algo en el trabajo. Los trabajos a última hora siempre lo demoraban. Últimamente con bastante más frecuencia. Que se preocupara de los niños que llegarían después de almuerzo. Era día sábado. Se metió al baño y se duchó minuciosamente. Lloró mucho para limpiar el alma pero la culpa de ser tan cobarde no salió. Pero no tenía tiempo para detenerse en eso. Tampoco para hacerle caso a los moretones que vio en su cuerpo. Ni al dolor físico que se le vino de pronto. Los fantasmas no tienen tiempo para ellos. Era día sábado. Debía limpiar la casa y ya estaba retrasada. Y se enfocó en eso.
Antes, se sacó el anillo. No fuera a ser cosa que le pasara algo malo y él la torturara el resto de vida que le quedaba a su lado.
Había que limpiar la casa y no recordar. Los fantasmas no tienen derecho a eso. Ella, es un fantasma del lado izquierdo, de esos que nadie ve.
Eloisa Echeverría.
Eloisa Echeverría.